domingo, 14 de junio de 2009

La adquisición del lenguaje en bebés

El lenguaje propiamente tal, es una de las características que hacen al ser humano sobresalir de las otras especies. Es por ello que varios autores se han dedicado al estudio de los procesos de adquisición del lenguaje.

Resulta sumamente relevante observar cómo los niños a partir de su nacimiento, comienzan un desarrollo extraordinariamente rápido en ganar y madurar su lenguaje. Según los estudios realizados por Bouton (1976) el grito es el primer gran hito en el desarrollo de prelenguaje de los bebés. Es sólo cosa de pensar que en un comienzo (las primeras semanas de vida), es más utilizado para mostrar su estado de ánimo, pero tras las primeras interacciones con el medio y sus congéneres, se transforma en una forma primitiva de comunicación. Además, mediante la interacción con sus cuidadores o figuras de apego (principalmente la madre), obtienen otras de las bases que junto con el grito ayudan a los lactantes en el camino hacia un lenguaje maduro. Así, por ejemplo, el autor señala que “la actividad de succión es probablemente el preludio necesario a otra actividad sonora del bebé en reposo, que se designa con el nombre de lalación.” (Bouton, 1976, pág. 75). Esto ayuda a su coordinación en la respiración y posterior producción de sus primeros sonidos. Es así como los niños a partir de los 3 meses de vida tras conocer su capacidad de obtener lo que quieren mediante el grito, y de poder regular ciclos, como los de la respiración aprendidos gracias al amamantamiento, comienza la interacción con su congéneres, denominado según Bouton (1976) como la ecolalia, es decir, una especie de diálogo con los adultos (balbuceo), lo que en un par de meses más determinará el primer lenguaje en los lactantes.

Es la imitación lo que les permitiría a los bebés una interacción con los padres, añadiendo de a poco palabras que se asemejen lo más posible a su balbuceo. En este punto del desarrollo del lenguaje del bebé, es de suma importancia la relación que se comenzó a formar entre sus cuidadores y él, por ello el autor hace referencia a la relevancia de este proceso, puesto que los padre o cuidadores tienden a simplificar la pronunciación de las palabras para que a los bebés se les vuelva más fácil aprender y reproducir posteriormente las palabras simplificadas.

Tras ello, aproximadamente entre el primer y segundo año de vida, es posible distinguir en el bebé el primer lenguaje, denominado por Bouton (1976) Palabra-Frase, ya que lo que para el adulto es una palabra, para el bebé es una frase compleja. Por ejemplo, cuando el bebé dice “tete”, haciendo referencia al chupete, es complejo identificar claramente su significado, ya que para nosotros puede ser “quiero chupete”, “¿dónde está el chupete?”, etc. Esto sería la maduración del lenguaje primitivo expresado en el niño. En este proceso es posible afirmar que lo aprendido por los niños no sólo es la imitación de las palabras adquiridas tras escuchar a los adultos, sino que comienza una selección de palabras que a juicio del bebé, le permitirían interactuar con ellos. Entre los dos y los tres años el niño alcanza un agrupamiento de palabras tan grande que puede llegar a duplicar su acopio léxico; es aquí donde los infantes atraviesan la línea que pertenece a la última etapa del desarrollo del lenguaje, mucho más larga y compleja que las anteriores, denominada lenguaje como tal.

Es imposible dejar de destacar que para cada una de las etapas de la evolución o maduración del lenguaje en los niños, siempre debe existir una figura de apego, por lo general los padres, es por eso que en todos los estudios realizados siempre se nombra a ellos como la base fundamental de la adquisición del lenguaje propiamente tal. Si nos comparamos con otras especies, esto puede ser algo que permite para nosotros el desarrollo tan evolucionado del habla, puesto que en los humanos, a diferencia de todo el reino animal, los padres por lo general, permanecen con sus crías hasta el final de sus días, a diferencia de otros mamíferos que sólo ayudan a sus crías en la obtención de técnicas para la sobrevivencia. Sin embargo, también hay que recalcar la referencia del autor hacia la utilización de palabras simplificadas para facilitar el aprendizaje de los bebés, lo cual se podría poner en tela de juicio debido a que tal simplificación y entonación especial empleada principalmente por las madres, puede desencadenar problemas en el desarrollo del lenguaje del niño, ya que no estaría aprendiendo aquella lengua como debiera ser, sino que de una manera que podría perjudicarle e incluso inducirlo a caer en trastornos del lenguaje.

Es por esta razón por la que el medio en el que un niño aprenda una lengua sea lo más “neutral” posible, de preferencia más modulado, para que comience a articular lo mejor que pueda y de una manera más entendible, facilitando así, un mejor desarrollo del lenguaje. A diferencia que lo que algunos creen, de que hablarle a un niño como si fuera una persona más, de manera más articulada y menos balbuceante, es un signo de despego, queda claro que es el mejor medio para que el niño aprenda mejor y más rápido, lo cual no implica dejar de entregar cariño y dulzura en cada palabra dirigida al bebé, ya que por sobre todas las cosas, el mejor ambiente para que alguien se desarrolle, es aquél en el que abunda la comprensión y el amor.




Bibliografía:

Bouton, Charles P. (1976) El desarrollo del Lenguaje: Aspectos Normales y Patológicos. Colección Temas Básicos, Editorial Huemul S-A Editorial de la Unesco.

2 comentarios:

  1. También excelente trabajo. Mejoraron radicalmente a partir del 5,8. Las felicito. 7.0
    P.d.: no tilden "solo".

    ResponderEliminar